El Ángel Negro

    Te recuerdo cuando no eras nada.

    Cuando yo era menos que nada, 
un ángel caído con las alas rotas,

alas que perdí en este tiempo tortuoso en que fuiste nada,

arrastradas sin misericordia por áridos parajes pedregosos,

hermosas alas...inútiles...

    Que aún me duelen como la amputación de un miembro cercenado.

    Sobreviví a tu inexistencia lamiendo el maná pútrido de escenas caóticas,

sorteando vísceras sangrantes que quizás fueran las mías,

hacia arriba, a pesar de todo,

del dolor...

de tu ausencia que yo no concebía como ausencia por qué no eras nada...

    Trepando inexorable por encima de todos los fantasmas

de los días que podían haber sido,

por encima de la felicidad ajena,
 ruidosa, 
absurda y ficticia,

por encima de los vuelos rasantes de los cobardes con sus alas 

nuevas;

    Aferrándome a la cúspide con raíces retorcidas 

que brotaron de mí, 
sangrantes,
 rasgando, 
rompiendo,

arrancando gritos a este cuerpo sin boca...

     Ahora soy una orquídea salvaje, 
solitaria, 
mecida por el viento,

que observa el mundo podrido conquistado con sedosos pétalos

cubiertos del rocío de las cumbres;

    Por encima de los que volaron y se quedaron en gárgolas caníbales,

Inmisericordes, 
que arremeten a sus semejantes

con sonrisas de dientes puntiagudos;

     Y observando te vi surgir de la bruma embriagadora

que viste de sutileza las alturas,

el Ángel negro más hermoso que jamás moró en los libros

ni contaron las historias;

    Y extiendo hacia ti mis húmedas hojas en un lamento silencioso,

suplico...

    Arráncame de esta piedra y llévame en tu vuelo hacia

universos prohibidos aún por descubrir...

    Arráncame y déjame morir en el cosmos infinito

derritiéndome en tu pecho.